El intento de una humilde trabajadora sexual de recuperar el perdido arte del placer y el refinamiento en un mundo hambriento de significados.

miércoles, 29 de julio de 2009

La hurí

De acuerdo al Qurán, todos los fieles musulmanes tendrían su recompensa al morir, en lo que llamaban el Janah, o Paraiso. Los elegidos tendrían ahí los más finos manjares, los palacios más lujosos, el agua más fresca y, sobre todo, la presencia de la huríes. De acuerdo a esta creencia, se trataba de mujeres perpetuamente vírgenes, increíblemente bellas, que estarían al servicio de los justos. Si bien los modernos imanes las interpretan como símbolos de la eterna bienaventuranza, muchos lo interpretaban literalmente, partiendo del hecho de que el Qurán aseguraba que todos sus deseos serían cumplidos. En ese entendido, muchos fieles las toman como esclavas sexuales literales, y la virginidad perpetua entendida como eternamente renovada después de cada relación. Este símbolo ha sido motivo de discusión entre los diversos exégetas musulmanes, que si bien han llegado a un acuerdo de naturaleza más sublime, no han podido evitar que los creyentes le den una explicación mucho más terrenal.
Y curiosamente para una sociedad tan machista como la árabe, las mujeres también tenían una recompensa equivalente, hombres eternamente célibes y de belleza inigualable, que se llamaban ghilmanes, aunque no se entraba en tanto detalle en cuanto a ellos que con las huríes.

miércoles, 22 de julio de 2009

El tantra

Este es quizá uno de los conceptos más malentendidos de la historia. En su forma primitiva, el tantra es una forma de hinduismo, que busca la relación del individuo con el todo - en este caso, con Shiva - por medio de la meditación, y la comprensión de las relaciones del individuo con todo lo que le rodea. Entre decenas - algunos mencionan cientos - de ejercicios tántricos, se encuentra el llamado maithuná, que busca la comprensión del sexo opuesto por medio de la unión sexual, que es una de las formas de entender nuestra relación con ese otro. La cultura occidental ha tomado únicamente este último aspecto, basando tódo el tantra en el mismo, ignorando que la doctrina como tal es un ejercicio mucho más amplio, y como tal, más complejo.
Esto no significa, de ninguna forma, que la práctica del tantra sexual - o neotantra, que es su nombre correcto - sea perjudicial, ni mucho menos. Realmente uno puede alcanzar niveles muy altos de conocimiento de la pareja y de uno mismo por medio de estos ejercicios, aunque lo importante sería no perder de vista que se trata sólo de una parte de una disciplina mucho más compleja de la que nos han presentado.

martes, 14 de julio de 2009

El súcubo

Durante el Medievo, se hablaba de una suerte de demonio o espíritu llamado súcubo. Estos eran series inmateriales, que no tenían forma definida, pero que eran capaces de entrar en la mente de un hombre, y de ahí, tomar la imagen de la mujer ideal o la que más deseaban. Estos seres, en sueños, adquirían la apariencia de la referida mujer y tenían contacto con el varón mientras dormía, lo que interpretaba como una ensoñación. De acuerdo a la tradición, los súcubos absorbían la fuerza vital de su víctima por medio del semen, por lo que alguien afectado por tales criaturas se tornaba débil y apático rápidamente, aunque un súcubo no podía llegar a matar. Una variante de la leyenda asegura que un súcubo es espantoso, y que gracias a esa habilidad de alterar su forma es que puede conseguir parejas. Sus víctimas principales eran siempre jóvenes vírgenes y virtuosos, o maridos fieles. Al parecer, era un símbolo de la mujer como la seductora, y la responsable de la perdición de los hombres.

miércoles, 8 de julio de 2009

La hieródula

Dentro de la antigua religión mesopotámica, el sexo era visto como un símbolo de la fertilidad, algo muy importante en una civilización que se desarrollaba en el desierto. Por ello, la diosa Ishtar, la deidad de las cosechas, era también del amor y la sexualidad. Esta diosa tenía un grupo de sacerdotisas cuyo nombre oríginal se ha perdido, pero se les reconoce por el nombre que les dieron los griegos: hieródulas.
De acuerdo a la creencia mesopotámica, todas las formas de fertilidad estaban interrelacionadas, por lo que el sexo, realizado correctamente y en forma ritual, aseguraba buenas cosechas y rebaños fuertes. Por ello, los fieles que acudían a adorar a Ishtar usualmente tenían que tener contacto sexual con las sacerdotisas, aunque había todo un proceso y ritual que separaba esa cópula sagrada de la destinada al placer. De esa forma, se aseguraba que la deidad tuviera la adoración que merecía.
Dado que el piel debía de dejar un tributo al templo tras del ritual, las hieródulas han sido llamadas - incorrectamente - como prostitutas sagradas. En realidad, ellas no cobraban por la cópula como tal, y si bien existía el placer, pues era parte importante de la ceremonia, ese no era el fin último, sino simplemente un reflejo de la relación mística entre todas las formas de creación de vida. Estas mujeres, por su misma condición, eran tenidas en gran estima y respeto. Sólo aquellas de probada integridad, belleza e inteligencia eran aceptadas, aunque anualmente eran cientos las que trataban de ser admitidas. El entrenamiento se iniciaba desde muy temprana edad, pero sólo participaban en las ceremonias sexuales a partir de su primera menstruación, que se consideraba como la señal de que estaban listas. Muchos de los detalles de su vida, las características exactas de los ritos y los posibles hijos engendrados por tales prácticas se han perdido en los tiempos.

viernes, 3 de julio de 2009

Los ch’giga

En la antigua China, más exactamente en la dinastía Chou (Año 100 Aproximadamente), era común la publicación de catálogos de posturas sexuales, técnicas y otras prácticas. Estos libros tenían un doble objetivo: permitir que las parejas se relajaran y sintieran en ánimo durante la noche de bodas, y sugerir una serie de posibilidades para que los mismos pudiesen enriquecer su vida sexual. Recordemos que se trata de una época en la que la imprenta aún no existía, y gran parte de estos libros eran ilustraciones hechas a mano, coloreadas con gran cuidado, por lo que no eran obras al alcance de cualquier persona. Usualmente, se consideraban como un excelente regalo de bodas entre familias pudientes, aunque ciertas concubinas que alcanzaban un cierto nivel de reconocimiento por parte de sus amantes, recibiendo alguno de ellos por su “talento”.

Estos libros eran conocidos como Ch’giga, que bien podían traducirse como libros de almohada o de novia, como mencionamos anteriormente. El término libro, en si, no es muy preciso, pues no se trataba de ejemplares encuadernados. Dado que se trataban de piezas artísticas, cada uno de ellos eran distintos, aunque con un mismo objetivo. Algunos eran sobres de seda y papel finamente decorados, en donde se guardaban los grabados de forma suelta. Otros podían encontrarse como rollos, o incluso en una suerte de carpetas, en donde cada grabado estaba atado con cintas de seda, cubiertos por tapas de madera laqueada. Aunque existían algunos muy parecidos unos otros, la gran mayoría de ellos son piezas únicas.

Los Ch’giga de tiempos de los Chou eran acuarelas o dibujos realizados de forma independiente, coloreados a mano y con un cuidado enorme en cuanto a la estética. Anatómicamente, no eran especialmente precisos, aunque esto era más bien por la conceptualización artística de la época que por defectos de elaboración. Las piezas tenían un especial cuidado en el dibujo de los paisajes, habitaciones, vestuario y, en general, todos los detalles alrededor de la pareja representada. Sin embargo, dado que eran principalmente instructivos, no se detenían tampoco en representar el acto sexual en toda su extensión, permitiendo que quienes lo vieran pudiesen ensayar cada una de las posturas, prácticas y técnicas. De la misma forma, los mismos incluían poemas eróticos o pequeños textos, pensados más bien para crear el ambiente que como verdaderos manuales.

Al inicio de la Dinastía Han (230 aprox.) con la popularización del grabado comenzaron a aparecer los primeros Ch’gigas “populares”, ya con formas menos elaboradas, pero que aún así conservaban mucho del valor estético de los anteriores. Por primera vez, estos libros estaban al alcance de personas no tan acaudaladas, lo que provocó un verdadero auge. Esta situación ha hecho pensar a muchos, erróneamente, que esta práctica se inició en la época Han, lo cual no es exactamente correcto. Otro cambio importante fue el hecho de que los Ch’gigas dejaron de ser materiales exclusivamente sexuales, sino que comenzaron a tener otro tipo de contenidos.